El budín de pan, conocido en Chile como colegial, es un postre tradicional que nació como una forma de aprovechar el pan duro o sobrante, una costumbre común en muchas culturas. Su origen se remonta a Europa, donde preparaciones similares existían desde la Edad Media, especialmente en Inglaterra (bread pudding), Francia y España. Con la llegada de los españoles a América, la receta se adaptó a los ingredientes locales y se convirtió en parte de la cocina chilena.
El budín de pan en Chile
En Chile, el colegial se hizo popular en hogares y escuelas por ser un postre casero, económico y fácil de preparar. Su nombre proviene de su presencia en los menús de internados y colegios, donde se elaboraba con pan añejo, leche, azúcar y huevos, ingredientes accesibles y rendidores.
Con el tiempo, la receta ha evolucionado y se han añadido variaciones según los gustos y las tradiciones familiares. Algunas versiones incluyen pasas, manjar o ralladura de naranja, mientras que otras llevan un toque de licor o canela para realzar su sabor.
Su textura húmeda y suave, con una capa dorada en la superficie, lo han convertido en un clásico de la cocina chilena. Es un postre que no solo rescata sabores de antaño, sino que también evita el desperdicio de alimentos, manteniéndose vigente en muchas mesas hasta el día de hoy.
Ingredientes (para 6 a 8 personas)
Preparación
1. Preparar el caramelo
2. Hidratar el pan
3. Preparar la mezcla
4. Añadir los ingredientes extra
5. Hornear en baño maría
6. Enfriado y desmoldado
¡Listo! Disfruta de este delicioso budín de pan, ideal para acompañar con un café o té.
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Entre los aromas propios del verano destaca el del tomate, ese olor que no acompaña al forzado fruto
invernal, pero que en su estación natural regresa, conectando con gratos recuerdos de infancia y abriendo
el apetito.
Maneras de prepararlo hay innumerables, pero solo una la que se convierte el centro de toda la atención:
El tomate relleno.
Este colorido, simple, refrescante y siempre bienvenido plato estival, puede ser entrada o fondo,
dependiendo el tamaño del tomate, la generosidad proteica de su relleno y los acompañamientos con que
se pueda servir o presentar.
Si se pela o no el tomate, eso es opcional. Igual libertad existe en cuando a su contenido, según lo que se
disponga en casa o de acuerdo al gusto de los comensales.
Los rellenos más comunes son el pescado en lata, el pollo cocido y/o el choclo, cualquiera de los tres
mezclado con mayonesa. Pero puede incursionarse en otros productos, como el poroto verde o los
champiñones, y también obviar la mayonesa, optando por aliñar con aceite y especies. En ello solo pesan
las preferencias, la imaginación y los recursos disponibles.
Esta receta que le presentamos corresponde a la manera en que prepara el tomate relleno doña Virginia
González Espinoza, de Graneros.
Ingredientes
4 tomates “grandes o pequeños, lo importante es que estén maduritos pero firmes”
1 o 2 tarros de atún o 1 tarro de jurel “del que se le llamaba salmón, que era el más común antes”
1 cebolla grande o dos chicas
Mayonesa
Sal
Ramita de perejil, cilantro o “cualquier verdecito para decorar”.
Lechuga
Preparación
1. Lavar y pelar los tomates.
2. Cortar la parte de la raíz y ahuecar. (Lo que se saca se guarda para salsa u otra preparación, incluso
para decorar pero no se usa en el relleno).
3. Picar la cebolla en cubos y mezclarla con el pescado y la mayonesa.
4. Rellenar los tomates.
5. Servirlos en plato plano sobre una camita de lechuga y esparcir cilantro, perejil o cualquier ramita verte
sobre el centro del tomate.
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El salpicón es uno de esos platos que, a partir de una idea base común, desarrolla tantas versiones como cuantas familias o cocineros hay: cada quien le añade lo suyo, y no solo en
ingredientes sino también en la manera de prepararlo.
De origen español y tan antiguo como para aparecer mencionado en el mismísimo Don Quijote de la Mancha, ya una vez en esta tierra tomó colores propios, ganando un apellido: “Salpicón chileno”.
Plato veraniego y sabroso, lo que le caracteriza –es decir, su base común- es que es un plato frío que integra carne con papas, lechuga y huevo, todo picado, aliñado y revuelto. La carne puede ser de vaca (generalmente la que quedó de alguna otra preparación, como cazuela o asados), ave (pollo o gallina) o pescado (atún o jurel en tarro) y a esas verduras mínimas se le
puede añadir arvejas, zanahoria, choclo, porotos verdes, aceitunas, cebollín o cebolla, etc.
Esta receta corresponde al salpicón que prepara doña Margarita Córdoba Miranda, de Coinco, el que durante varios años enviaba como vianda para el almuerzo de sus hijas cuando estudiaban en el colegio de Rancagua. Así lo aprendió y adecuó ella; así lo prepara regularmente hoy.
Ingredientes (receta para 4 personas)
Preparación
1. Lo primero es pelar las papas y las zanahorias para luego picarlas en cubos pequeños.
Posteriormente se cortan, en “juliana pequeña, pero no largo, más cortito, como en diagonal”, los porotos verdes, y se desgranan o descongelan las arvejas.
2. Todo ello se cocina junto, en agua con una pizca de sal, durante 12 a 15 minutos.
Cuando las papas estén cocidas, estará listo. Se cuela y deja enfriar.
En recipiente aparte se cocinan los huevos hasta que estén duros.
En paralelo se pica la lechuga fina, las paltas en cubitos y una vez fríos, los huevos en rodajas.
3. Estando todo preparado y frío, se mezclan los ingredientes junto al atún en una fuente amplia, se aliña con sal, aceite y limón, y se sirve en plato extendido, cuidando de que cada ración
contemple varias rodajas de huevo. ¡A disfrutar!
“Y habiendo choclo, se le agrega choclo también, pero ese de cocina aparte y después se cortan los granos y se integra. Todo fresquito y de temporada. Este plato puede decirse que es
como una entrada abundante. Siempre la acompañamos con una sopita primero, tipo carbonada, para que el almuerzo sea más completo y deje bien”, comenta María Elena, una de
las hijas de doña Margarita, quien continúa la tradición en su mesa familiar.
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